Vayamos directo al tema: México ostenta actualmente, a nivel mundial, una deshonrosa medalla de plata, en la macabra olimpiada de los fallecimientos por diabetes. Las instituciones de salud reportan cien mil muertes al año, pero, sumándole las de hipertensión arterial y otras de origen cardiovascular, la cifra se eleva a cerca de las 200 mil, que mueren en el sistema hospitalario.
Hablamos de una verdadera masacre silenciosa.
Si tomamos en cuenta que, de acuerdo a algunas cifras dadas a conocer por parte de organismos especializados, la pandemia produjo poco más de 288 mil muertes, entre 2020 y 2021, entonces la diabetes y otros padecimientos aleatorios, mantienen a México en una pandemia permanente.
De igual manera, según cifras oficiales, las muertes violentas por el narco, durante los últimos 25 años no llegan al medio millón. En ese mismo periodo, en el asunto de la diabetes y de hipertensión, derivados del elevado consumo de productos y bebidas con alto contenido de azucares, calorías y carbohidratos, las defunciones alcanzan varios millones de mexicanas y mexicanos.
Esto quiere decir que durante todo este ultimo cuarto de siglo, existen empresas en México que han propiciado una verdadera mortandad, sin que nadie desde el gobierno las llame a cuentas.
Y lo más cruel, sin que nadie se atreva a corregir las políticas públicas, a nivel de población general. Hasta ahora, lo más que se está haciendo es introducir una nueva cultura alimenticia en las escuelas. Pero todos sabemos que, mientras que el gobierno no actúe con severidad y cancele la venta de productos altamente nocivos ara el organismo, lo único que estaremos viendo, será un gatopardismo, de cambiar para seguir iguales.
El daño a la población se extiende al tema del dinero público. ¿Datos? Según dependencias como el Instituto Mexicano del Seguro Social, (IMSS), la erogación presupuestal por la atención de los pacientes con este padecimiento crónico-degenerativo, se eleva a los 50 mil millones de pesos anuales.
Si tomamos en cuenta que con un mega hospital como el que se construye en Tampico costará alrededor de 2 mil 300 millones de pesos, y con una capacidad de atención para 120 pacientes, imagínese el derroche de dinero público que padecimientos como el que le mencionamos al inicio de esta colaboración está propiciando.
Se trata de una verdadera sangría de recursos económicos, todo ello en contraste con las jugosas ganancias que las refresqueras y productoras de pan dulce se llevan cada año. Todo ello, gracias a la venta de sus productos chatarra.
Un hospital de este nivel cuesta en mantenimiento general, entre 400 y 700 millones al año. Toda esta realidad que las mexicanas y mexicanos padecemos cotidianamente, pareciera no importarle a las empresas refresqueras, mismas que insisten con su vieja retórica de que son las grandes beneficiarias de nuestro país, en materia de empleos.
No es necesario escarbarle mucho para darnos cuenta que, los daños que estos consorcios trasnacionales provocan a la población, superan con creces, los beneficios que pudiesen aportar en materia de empleos directos y de ingresos por persona.
Pero, ¿que es lo que se ha dicho o realizado hasta ahora, en este tema, de creciente interés ciudadano?
Recientemente el doctor Hugo López Gatell escribió un articulo en el periódico La Jornada, con el titulo:; “SALUD PUBLICA, SUS ADVERSARIOS Y SUS COMPLICES”.
En el primer párrafo señala que: “poderosos intereses comerciales acosan a la salud pública, y es preciso defender frente a ellos, la política sanitaria. Existen grandes lecciones sobre los riesgos de negociar o siquiera discutir, la política pública con entidades privadas, cuyos intereses, irremediablemente se contraponen con la salud”.
Y prosigue:
“México es uno de los países más afectados por epidemias de enfermedades crónicas no transmisibles, como la obesidad, diabetes mellitus, hipertensión arterial, enfermedad cardiovascular y múltiples tipos de cáncer. La evidencia científica demuestra que el motor fundamental de las ECNT, (enfermedades crónicas, no transmisibles), prevalentes y letales, es el consumo cotidiano de azucares, calorías, grasas y sodio, presentes en la mayoría delas bebidas azucaradas, prenvasadas, alimentos procesados, tabaco y alcohol”.
El autor del artículo publicado en La Jornada, señala que los grandes consorcios responsables de este gran daño a la salud pública en México, buscan disfrazarse de buenos samaritanos, o amigas de las causas justas. Aparentemente apoyan iniciativas públicas y sociales, en los temas donde se les exhibe como amenaza. Lavan su imagen corporativa.
Finalmente, López Gatell denuncia que empresas como Femsa Coca Cola y Bimbo, maniobran para parecer aliadas del gobierno. Pero solo buscan la foto y el chispazo en redes sociales, que les permita presumir que promueven la salud de la niñez. Concluye diciendo que se trata de una grotesca contradicción, pues son precisamente ellos, los que han socavado a las políticas de salud, dañando a nuevas generaciones, desde la infancia.