Carlos Alberto Navarro Fuentes, profesor investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, UACM,
y del Tecnológico de Monterrey, en la Revista Comunicación y Hombre, que es una publicación interdisciplinar de
Ciencias de la Comunicación y Humanidades, aborda el delicado tema de la posverdad, elemento usado para
confundir con la ayuda consciente o inconsciente de los ciudadanos a las masas y de esa forma ganar terreno en el
posicionamiento de personas o corrientes que tratan de obtener o mantener el control político de las naciones.
Hay una gran discusión en el sentido de que, la posverdad y las noticias falsas manejadas con mucha
irresponsabilidad en las redes sociales y en muchos medios de comunicación, tienen una carga de intencionalidad
que busca llegar al componente emocional de las personas para centrar los ataques y la difamación de supuestos
responsables o enemigos que no deben de pisar los escenarios políticos.
Desde la óptica del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, RAE, la posverdad es la distorsión
deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones, con el fin de influir en la opinión pública y en las
actitudes sociales y el Diccionario de Cambridge, la considera el hecho de que las personas son más propensas a
aceptar un argumento basado en sus emociones y creencias, en lugar de uno que tenga que ver con la realidad.
Si se parte del hecho, de acuerdo con la investigación de Navarro Fuentes de que, ni las mentiras ni las falacias, ni
las noticias falsas son nuevas, es cierto que el consumo y uso de la información en la época digital que se vive,
tiene gran relevancia, aceptación y uso nunca antes visto, de ahí que, las personas están acostumbras a esperar la
reacción de los involucrados para conocer la otra parte de la verdad y estar en condiciones de analizar posturas y
definir pensamientos.
El punto es que, quienes fueron centro de ataques o difamaciones, tardan mucho tiempo en recuperar su imagen
incluso, para cuándo ello sucede, ya concluyó el tiempo de su cargo, pasaron las elecciones con resultados
desfavorables y se impuso la mentira, por ello, los estudiosos de la posverdad, afirman que en la época
contemporánea hay un nuevo régimen de la mentira.
En un acercamiento a los acontecimientos políticos de cada ciudad o región de Tamaulipas y del país, con miras a
las votaciones del 2024, valdría la pena que la manipulación de creencias, emociones y hasta sentimientos no se
conviertan en la base de la actuación frente a las urnas, porque luego vienen, como siempre sucede las grandes
decepciones políticas y un ejemplo de ello son los desprestigiados vientos de cambio que llegaron a Tamaulipas en
el 2016 y en lugar de beneficios como se pensaba, solo trajeron desgracia y atraso a la entidad.
En la era de la posverdad, los ciudadanos tienen que aliarse con otros ciudadanos para descifrar noticias falsas y
mentiras que haya en torno a la política y sus actores, con la idea de que, la decisión de acudir a las urnas a votar,
no lleve a los ciudadanos a cometer errores que luego salen caros a la comunidad.
Incluso, deberá de pensarse siempre en la verdad, para evitar la entrada, en el terreno de la política de aquello que
va más allá de esa verdad, en virtud de que se busca confundir a partir de generar información inadecuada a los
grupos sociales a efecto de lograr su respaldo a proyectos que deben pasar por el tamiz social lupa en mano, para
delimitar las cosas y optar por aquello que más beneficie a los grupos sociales.
Hay ejemplos claros de reacción social contra la posverdad y uno de ellos es el triunfo determinante que logró el
doctor Américo Villarreal Anaya en las elecciones locales del año pasado, porque la gente creyó en él y volteó la
cara a la otra verdad, la que difundieron los panistas y que los llevó al fracaso en las urnas.
En una mesa de diálogo en la cual se tocó este tema de actualidad, fue esbozada una conclusión en el sentido de
que, cada quien debe cuidar su verdad y actuar en razón de ella, bajo la premisa de que noticias falsas y mentiras
están al orden del día y con ellas tratarán de cambiar esa verdad que cada quien está obligado a defender, porque
todo es asunto de creer o no creer, sin dejar de lado siempre la posibilidad de que será mejor una buena
corazonada que una mala actuación influenciados por las noticias falsas y la posverdad, en un mundo donde las
redes sociales confunden al aprovechar la ayuda consciente o inconsciente de los ciudadanos que toman todo
aquello que se dice.
De acuerdo con Lomelí, 2019:359, las verdades políticas tienen un alto componente emocional que se fundamenta
en factores más allá́ de un análisis histórico, económico y sociológico, centrándose en el ataque y la difamación del
adversario, el cual es construido con datos manipulados y, sobre todo, imágenes y audios que, gracias a su
verosimilitud, parecieran irrefutables.