Empleada
Con el agua hasta los hombros, la joven empleada mira a la cámara y entre preocupada y divertida afirma: «nos va a dar sarna… Somos de Soriana Ribereña»
Rodolfo
Mi madre tiene ochenta años. La sacaron en lancha cuando el agua ya le llegaba al pecho. El primero que se acercó para intentar moverla fue mi cuñado, pero con el nivel, la fuerza y lo inestable del agua, se dio cuenta que no podría llevarla en brazos. Yo estaba en McAllen, monitoreando los acontecimientos. Intentando mantener la cabeza fría, me puse a hacer llamadas telefónicas a amigos empresarios y a políticos para indagar si tenían lanchas y/o si estaban operando salvamentos… Fue un grupo de la presidencia municipal el que puso a resguardo a mi Mamá.
El Chofer
Cuatro días después de la inundación, mientras surte los garrafones de agua, el chofer – vendedor comenta: «yo estaba aquí a media cuadra, atrás de la secundaria, organizando mi orden y ruta de trabajo, cuando vi una gran ola que en cámara lenta se desplazaba desde el fondo de la calle, cuando el agua rebasó el nivel del Dren de las Mujeres. Apenas pude arrancar el vehículo y ponerme a salvo en la carretera ribereña».
Tito
Desde su taller mecánico especializado en suspensiones y ubicado en la colonia que colinda con la de su casa familiar, Tito podía estar al pendiente del nivel que llevaba el Dren de las Mujeres. Cuando vio que la inundación de su sector era inevitable, se subió a la camioneta para ir a recoger a sus mujeres, esposa e hijas. Al llegar a la casa, y con el agua a la cintura, llama a su familia, obteniendo como respuesta un «ahí vamos», seguido de un grito de auxilio desgarrador… «No supe ni cómo me trepé a la reja y llegue hasta la acometida de energía eléctrica para bajar el switch de la corriente», comenta Tito. Ese acto desesperado e inexplicable para un hombre robusto y veterano, que le dejo moretones en varias partes del cuerpo, salvo la vida de una de sus hijas que recibió descargas al pasar cerca del refrigerador.
Sergio
Con un padecimiento severo de la columna, que le impide moverse con normalidad, el vecino pudo con dificultad subirse al techo de su casa de un solo nivel. El propio ruido de los trailers que un vecino generoso habilitó para hacer labores de salvamento en toda la colonia, impedía a los choferes e improvisados rescatistas, escuchar los gritos del vecino. Desde la casa de junto, la maestra recién jubilada, acostumbrada a hacerse escuchar, pudo orientar a gritos a la cuadrilla de salvamento y al vecino que requería asistencia, para que esta historia tuviera un final, sino feliz, por lo menos de éxito.
Natalia
Tras perder todas sus cosa en la inundación de hace cuatro años, Natalia, jubilada desde hace varios años, ya no quiso comprar muebles, aparatos ni enseres. Vivía con lo mínimo. Para cuando llegaron a rescatarla, ella se encontraba parada sobre su cama. Al escuchar el llamado del familiar que desde la puerta le gritaba, descendió de la cama y recorrió lentamente el pasillo, con el agua a la cintura. A punto de abandonar su casa, recordó que había dejado la bolsa con sus llaves y sus documentos más importantes. Para cuando fue por su bolso y regreso al lindero de su propiedad, ya traía el agua en el pecho… Así de repentino fue el crecimiento del tirante del agua.
Rosy, 72 años
Su vivienda, muy cercana al Dren de las Mujeres, fue de las primeras en inundarse, y de las más afectadas. Una amiga de la familia nos cuenta que tardó dos días en encontrar la llave de su casa, entre la capa de lodo que dejó la crecida, y así poder salir. Perdió todo, pero lleva varios días sin asimilar esa pérdida y negándose a arrojar los vestigios putrefactos de su ropa, sus muebles, sus alimentos, sus recuerdos. El riesgo a enfermarse aumenta cada día que pasa …