En el periodismo, hay una regla: para publicar algo, tienes que tener las pruebas de lo que afirmas, o como dicen en el rancho: “si afirmas algo, debes de tener los pelos de la burra en la mano”. Si no es así, caes en la mediocridad; cometes pendejadas, y te conviertes en un simple gatillero al servicio del poder.
Exactamente en eso quedó convertido Hector de Mauleon, a quien muchos periodistas de oficio que lo conocen en la Ciudad de México, no se atreven a llamarlo periodista; es un hombre preparado, culto, que de pronto empezó a escribir de cultura, de historia, pero jamás ha sido un reportero con formación, que conozca las reglas básicas y elementales de este oficio, que el Nobel colombiano, Gabriel García Márquez calificó como el mejor del mundo. De Mauleon queda en medio de esta escaramuza mediática, como un mercenario corriente y vulgar como sus cómplices que lo contrataron para escribir mentiras.
Este hombre que tiene un espacio privilegiado en las páginas del Universal, que escribe por consigna a cambio de unas cuantas monedas, debe servir como ejemplo de lo que no debe hacerse en el periodismo. La libertad de expresión no debe confundirse con libertinaje, como lo hace De Mauleon y otros muchos de su calaña que deshonran el oficio periodístico.
Es lamentable para el, más que para los amos que le pagaron, pues tanto Cabeza de Vaca, gobernador tamaulipeco y su banda pillos que saquearon el Estado, el juicio de opinión pública ya los juzgó, pero a de Mauleon lo alcanza el deshonor que mancha y tizna a quienes todos los días luchan desde la trinchera periodística, en busca de la libertad y la verdad.
Y que esto de escribir mentiras, le sirva de lección a Héctor de Mauleon y la jauría chayotera, para que piensen dos veces antes de faltar a la verdad. La pendejez no tiene cabida en el periodismo.