La presidenta nacional del PRI Claudia Ruiz Massieu Salinas visitará hoy la ciudad de Matamoros, pero el partido está tan disminuido aquí, que el anuncio de su presencia, no entusiasma, no emociona, no despierta interés.
Apenas en el pasado reciente, un personaje de esta talla era recibido en Tamaulipas en medio de una fiesta colectiva, glamorosa, desbordada, delirante, con casi un día de descanso obligatorio, para la familia tricolor, por supuesto.
Sabemos que esa algarabía política era fingida, ficticia, artificial, pura simulación, pero había la capacidad emocional y económica, de montar esa farsa para dar la apariencia de júbilo en las masas, por la enorme distinción de recibir la visita de un prócer nacional.
Hoy, el PRI no tiene fortaleza política ni fortaleza económica. Hasta el Partido Movimiento Ciudadano tuvo en la elección local reciente, un sorprendente tercer lugar en votación, mandando al partido tricolor al sótano.
Lo más triste y doloroso para los militantes que llevan grabadas las siglas del tricolor en la piel, es que su partido está postrado por decisión propia de su líder moral en el sexenio anterior, Egidio Torre Cantú.
Egidio no tuvo escrúpulos para vender al PRI, debido a que ya no era un partido respetable, desde que Salinas de Gortari hizo caer el sistema para encaramarse él al poder.
El desmoronamiento se precipitó con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, la corrupción de los gobiernos estatales, tolerada y acicateada por el gobierno federal, las reformas estructurales de Peña Nieto, que privatizó las riquezas del subsuelo, el agua.
De hecho, Salinas de Gortari continúa teniendo el control del PRI desde el exilio y por eso tiene apuntados como candidatos a la presidencia tricolor a Ulises Ruiz Ortiz, Ivonne Ortega Pacheco y José Narro Robles, más el tapado, todos pertenecientes a su establo.
En Tamaulipas, el PRI también está desmantelado. La CTM, la CNC y la CNOP, son ahora simples cascarones, membretes, sin presencia ni influencia política, al grado de que los nombres de sus titulares son desconocidos para muchos de sus militantes de esos sectores.
Ni que decir del Movimiento Territorial y los organismos que presumen de aglutinar a los jóvenes y a las mujeres. No existen más que en el papel, lo mismo que la Fundación Colosio o como se llame ahora, y hasta el Instituto de Capacitación y Desarrollo Político.
Los 22 candidatos de mayoría relativa a diputados locales del partido tricolor son improvisados, recién llegados, nuevos, sin presencia social ni carisma, discurso ni pueblo detrás de ellos.
Los candidatos de representación proporcional o plurinominales están peor, cuando menos los que encabezan la lista, porque son producto del compadrazgo, la recomendación, el nepotismo, el vulgar dedazo.
Con el agravante de que se cometió el abuso insólito, atípico y tolerado, de acomodar en las primeras posiciones, a integrantes del comité directivo estatal. Se le pasó la mano a Egidio.
Los candidatos del PRI, que tradicionalmente eran los ricos en los procesos electorales, porque sus chequeras eran fondeadas por los gobiernos revolucionarios, ahora dan lástima porque no cargan ni para pagar un bote con agua.
La dirigencia del partido tricolor se esfuerza por fingir certeza de triunfo, con el cuento de que sus 300 mil votos duros, los rescatarán de la ignominia. Harán el ridículo con esa apuesta quimérica, porque esa militancia ya mudó de preferencia.
Ex presidentes municipales que fueron orgullosos de su militancia, ahora operan para la oposición. Son los casos emblemáticos de Guadalupe González Galván, Magdalena Peraza Guerra, Oscar Almaraz Smer, Jaime Rodríguez Inurrigarro, Oscar Luebbert Gutiérrez, Chuchín el de Matamoros, José Suárez López, Juan Diego Guajardo Anzaldúa, Rogelio Villaseñor Sánchez, Jesús Villanueva Perales, Javier Villarreal Terán.