Mi estimado Manolo, te saludo con gran afecto y la admiración que siempre con sus textos me provocó ese tu amigo el «viejo escribidor», quien no es otro más que tú.
Te doy disculpas porque desde hace algún tiempo y a mi pesar, dejé de gozar y comentar líneas de tu reconocido talento (no cabe “Cada quién tiene sus clásicos”). Se debe a que me desentendí del feisbuc y otras actividades.
Ahora casi me despido porque con males atesorados sin saberlo yo, me aplastaron los 86 años que tengo deambulando por mi hermoso México, la mayor parte gracias a la voluntad del Señor de arriba y la propia.
Lo hice generalmente con alegría, trotando y husmeando por la senda del reportero que tan magníficamente has recorrido tú. Lo hice procurando salvar la mediocridad y conformismo de tantos que discurrieron por ella al mismo tiempo que tú, yo y otros muy escasos chupatintas de nuestro talante, y no sé si lo conseguí.
La vida me tuvo tan absorto pendiente de ella y disfrutándola, que no me di cuenta de que llegué al final de los rieles que me corresponden; quizá por eso cesó momentáneamente el tránsito de mi último tren, que abordé sin saberlo.
Me iré con la profundísima satisfacción de haber visto aplastar a la asquerosa colonia de gusanos de cadáver –la oligarquía– arropada en los colores de nuestro Lábaro, el que tanto me conmueve.
Mas también me voy insatisfecho porque la cuarta transformación no se ha abocado, y espero que lo haga, a poner fin al saqueo que hacen las mineras extranjeras gracias a los capitostes de esa colonia de gusanos que desde 1987 encabeza el sucio traidor a la Patria carlos salinas de gortari.
Desde luego, esos corruptos sumaron carretadas de dinero a las que obtenían entregando a placer las riquezas nacionales.
Es lógico que esas mineras, más que nada canadienses, y el bandido germán larrea mota, están detrás de la campaña externa sumada a la de la oligarquía nacional que combate aun con uñas y dientes a la reforma al poder judicial de la federación particularmente.
Ese asqueroso conjunto sabe que al consumarse esa reforma, el Plan C, hará ceniza al bastión que para seguir saqueando al país e imponiendo impunemente sus intereses a los populares ha sido casi desde siempre, la Suprema Corte de Justicia.
¡Hasta siempre!, mi estimado Manuel Lino Ramos. Moisés EDWIN BARREDA