Afectada por migrañas en materia económica y una excesiva concentración del poder, en el corazón de Palacio Nacional la llamada Cuarta Transformación, sigue sin resolver las dos demandas centrales, formuladas por más de treinta millones de mexicanos, en las urnas del 2018: generar riqueza para las mayorías y resolver la inseguridad.
Algo sucede con el aparato circulatorio de la “revolución†obradorista. Sus arterias que comunican al Ejecutivo con la IP, y con los medios de comunicación, siguen bloqueadas. No hay propuestas de progreso para las clases medias, que parecen ser las grandes perdedoras, después de que gran parte de ellas, le entregaron su confianza electoral, al entonces candidato de la esperanza.
De seguir esta falta de oxigenación entre la cabeza política de la república y el resto del cuerpo, la enfermedad que ahora, todavía no se manifiesta en todas sus consecuencias, podría hacerse notoria. El principal problema del actual grupo en el poder federal, es la contradicción. Llegaron arropados por una poderosa ola democrática, pero ya instalados en el mando de la nación, de lo ultimo que quieren oír hablar es de una participación horizontal, en la toma de decisiones.
Lo que el año pasado, aun se percibía como una fortaleza del empoderamiento ciudadano, hoy se ve como el gobierno de un solo hombre, que no está dispuesto a escuchar al resto del país. Y que, descalifica todo lo que, no está alineado con su forma de concebir la política pública. La visión de Estado, ha sido sustituida por dichos y desmentidos, por frases que postulan la verdad absoluta.
El resultado de todo esto que le comento, es la renuncia del Secretario más importante del gobierno: su Secretario de Hacienda, a la cual, amenazan con seguir otras tantas. Lo cierto es que, AMLO no está gobernando con un gabinete completo, sino apenas con dos o tres personajes.
El principal de ellos, es Marcelo Ebrard, mismo que funciona como comodín, lo mismo en su cargo de Relaciones Exteriores, que como ministro de gobernación , sin cartera. Otro más, Alfonso Romo ha metido mano en Hacienda y en otras importantes dependencias.
En concreto, hay una parte del gabinete federal que sirve solo como florero, y forma parte de la decoración silenciosa, una especie de zona inerte, en la cual no se mueve nada. Y hay otra, excesivamente protagónica, dotada con mega facultades.
Pero hay algo todavía más lamentable: lo que el Presidente AMLO siempre ha criticado, como parte de la cultura del pasado, hoy está más vigente que nunca, y me refiero a un gabinete de lambiscones que, no es capaz de brillar con luz propia, porque se expone a que AMLO los desmienta y los exhiba, como funcionarios inoperantes y sobre todo mentirosos, pues los únicos datos ciertos, son los que el Presidente da a conocer en las mañaneras. Fuera de ahí, todo lo que se diga en contrario, cae en el terreno de lo ridículo, y de lo desinformado. En esa posición cayó el entonces Subsecretario de Hacienda, y hoy ministro de esa dependencia, Arturo Herrera.
Con todo y lo anterior, es hora que la oposición política en México, sigue en pañales. Las principales críticas hacia el gobierno provienen de la Iniciativa Privada, lo cual desde luego es una evidencia de que, en el 2024, el sector empresarial, podría postular a un candidato presidencial fuerte.
Y es que, ante el fracaso de un gobierno de izquierda, la balanza ideológica, puede cargarse al otro extremo. El de la ultra derecha.
Por lo pronto, el gobierno de AMLO apunta hacia una estrategia de polarización social y de la creación de un Estado civil en armas, bajo el argumento de la lucha por la inseguridad.
Todo dependerá de lo que ocurra en el 2021, cuando el actual gobierno federal va por la reivindicación social, en la cámara baja del Congreso.
Mientras tanto, lo que se ve, es que el Estado mexicano se encuentra afectado en sus arterias políticas. El poder no se ha distribuido suficientemente. Hay problemas graves. Se presume una hipertensión en una política pública, demasiado estrecha y coda, en lo que se refiere a la liberación de recursos presupuestales.
Recientemente AMLO reconoció públicamente que padece de hipertensión arterial, pero que se está tratando. Su sexenio también sufre de algo parecido. Y urge una respuesta clínica de primer nivel.