El pasado sábado, cercano al mediodía, recibí una llamada de un amigo periodista, del cual omito su nombre, porque, sé muy bien que al marcarme a mi celular, lo hizo de buena fé.
El colega me saludó y enseguida me invitó a una comida que se realizaría ese mismo día, en la cual el político morenista Héctor Garza, conocido popularmente como el “Guasónâ€, estaba convocando a un grupo de comunicadores, a un convivio, en un restaurante de renombre, en esta capital.
Le agradecí su gesto de camaradería, y le dije que si no había una situación de fuerza mayor, los acompañaría. Pero, para mi sorpresa, este mismo periodista, me volvió a hablar 20 minutos después, para decirme que lo sentía mucho, pues el organizador del evento, de nombre Rubén Rivera Rodriguez, había revisado la lista, y le había dicho que yo no podía ir, puesto que tenía diferencias personales con su jefe, o sea, el señor Héctor Garza, a quien, en el mundo periodístico del estado se le conoce con el mote del “Guasónâ€, en referencia a un villano de la historieta de Batmán.
Me sorprendió mucho la noticia, y le dije que, yo no tengo ninguna diferencia o problema personal con Héctor Garza, quien recientemente fue nombrado como Oficial Mayor de la SEP en el país.
Pero que de igual manera, le agradecía sus dos gestos, primero el de camaradería, por invitarme. Y en segundo, el de su honestidad, para hablarme claro, en relación a la cancelación de la comida, con el funcionario de filiación obradorista.
En relación a este incidente, quiero hacer algunas precisiones: al señor Héctor Garza, nunca lo he tratado personalmente, jamás he cruzado una palabra con él, sin embargo, como figura pública que es, por supuesto que lo ubico.
Héctor Garza, participó de manera muy cercana a Andrés Manuel, desde antes de su campaña. Por esta condición, el personaje aludido, se creía con cierta razón, merecedor de ser el candidato a la senaduría. Pero no lo fue. Mecanismos de información, a los cuales no tenemos acceso, motivaron que, el señor “Guasónâ€, fuese removido de la candidatura.
Y en su lugar enviaron al médico Américo Villarreal Guerra. De la misma manera, lo desplazaron en su aspiración a ser el coordinador de programas presidenciales de AMLO en el estado, responsabilidad que le fue conferida al reynosense José Ramón Gómez Leal.
En este marco de acontecimientos, durante la visita de AMLO a Tamaulipas, ya como Presidente electo, tuve la oportunidad de observar muy de cerca, y reseñar un desayuno de Andrés Manuel, con los principales morenistas tamaulipecos.
Esto ocurrió en el restaurante Las Viandas, ubicado en las afueras de la ciudad. Ahí relaté que, AMLO tenía a sus dos flancos a Américo y al JR, con los cuales departió e hizo comentarios, mientras que al Guasón, que estaba justo enfrente de Obrador, para colmo en la misma mesa, no le presto atención.
En ese momento, eso fue lo que ocurrió, y cualquiera que haya estado ahí, podrá atestiguar lo que afirmé en mi columna. Eso, seguramente, le molestó mucho al señor Héctor Garza. Pero fue la verdad. Ni más, ni menos.
Posteriormente, durante un programa radiofónico en ORT, del cual existe grabación, que no nos dejará mentir, salió a la mesa de análisis, el nombre de Héctor Garza. Y yo dije al respecto que era amigo de AMLO, y que seguramente le ofrecería algún puesto, como efectivamente ocurrió, al nombrarlo en un importante cargo del sector educativo.
Aclarados los anteriores puntos, en mi calidad de periodista tamaulipeco, me preocupa que un personaje emergente de la política estatal, como lo es Héctor Garza, con un alto rango en la Secretaría de Educación, de muestras de rencor e intolerancia, para con mi persona.
Eso nos da a entender, no solo a mi, sino a todos los demás, que se atrevan a criticarlo que si eso hace ahorita que, es solo uno más de los aspirantes a la gubernatura, pues que no hará si llega a ocupar ese cargo.
Ya bastante tenemos con lo que está ocurriendo ahora en Tamaulipas, como para que alguien que se dice parte de la nueva historia y del cambio morenista, reincida en las mismas actitudes de soberbia e intolerancia, hacia la libertad de expresión.
Resulta también a todas luces incongruente que, cuando el Presidente de la república, ha decidido abanderar la nueva cultura de tolerancia y de la democracia en el país, uno de los que se dicen sus discípulos, haga exactamente lo contrario.
¿Con semejantes odios y revanchismos piensa ser el próximo gobernador de Tamaulipas? Dios nos libre entonces de que así sea.
La política, señor Héctor Garza, no se hizo para aplastar y segregar a sus adversarios, si es que usted así me considera, aunque, no me creo merecedor de ese estatus, ni de esa condición.
Tampoco me sentí, porque no compartí su mesa, del pasado sábado, como lo hicieron otros colegas, aprobados por usted, y por su asistente Rubén Rivera Rodriguez, de puño y letra. Nunca busqué ir a comer con ustedes. Ni me había enterado. Yo estaba en otras ocupaciones familiares de fin de semana.
En cuanto a Rubén, he decidido ocuparme de él, hasta éste último párrafo, pues no vale la pena. Y no lo vale, porque, cuando los enemigos nos atacan o nos relegan, duele, pero se entiende. Los consideramos leales a nuestras discrepancias.
Pero cuando los que se dijeron algún día nuestros amigos, (y para los cuales no hemos tenido más que palabras de elogio, ahí están las banderas de los medios que no mienten), nos apuñalan por la espalda, en aras de un futurismo mal entendido, entonces no tiene caso ya mencionarlos.
Simplemente se les deja de hablar, expresándoles, más que con palabras, con nuestro silencio, lo que a su categoría humana corresponde.