El proceso electoral anterior dejo un saldo inequívoco: a la ciudadanía tamaulipeca no le interesan los asuntos públicos, de la colectividad, por eso gano el abstencionismo. Con esta decisión se muestra, únicamente, un comportamiento colectivo que –de manera simple- se trata de adjudicar como una derivación al papel que juegan los partidos y candidatos.
Creo que es una visión equivocada. Es parte del subdesarrollo político, y cívico, que se padece como sociedad. Y creo que la raíz de ese comportamiento está en el contexto, digamos familiar y educativo: ni en la familia ni en la escuela se dan clases, con el ejemplo, de lo que es la democracia y la participación ciudadana.
INTOLERANCIA SOCIAL.
Un fenómeno que se observó, de manera continua, a lo largo y ancho de la campaña político-electoral, es una polarización de actitudes en torno a uno u otro candidato, a lo que hacía o dejaba de hacer. El lenguaje, de pronto, rebasaba incluso los cánones del buen decir, puesto que las agresiones verbales se tornaban casi amenazas o denostaban, incluso, hasta en la actitud o figuras de alguien.
Los ataques a uno u otro candidato generaba una cauda de comentarios y ahí, precisamente ahí, es donde se podía observar que los ataques personales rebasaban, a veces, los linderos del respeto ajeno es la paz. Así, por eso, un connotado periodista, critico, un día preciso en su Facebook que, por ese tipo de conductas, cerraba su cuenta. Cuantos, como él, hicieron lo mismo. Y es que, amparados en el anonimato, las expresiones evidencian intolerancia, hasta coraje, a quien piensa o actúa de distinta manera.
SALIMOS A VOTAR.
Conozco, por ejemplo, a un ciudadano, periodista, que hace actividad política, que se identifica con el gobierno de AMLO. Y casi todos los días, o con mucha frecuencia, toma la actitud de defender, de proteger, al Presidente de los ataque que le endilgan unos y otros en las redes sociales. Y un día, ante la afirmación de que, como Presidente ha cometido errores, anotan: los que no votamos por el…. Bla, bla, bla y responde el periodista: pero nosotros salimos a votar, por él, y gano.
Efectivamente, ahí está el detalle: salir a votar, a ejercer un derecho y determinar, así, con el voto, quien es el que nos representa o que nos gobierna. Es lo mismo que sucedió con la elección local: prácticamente en buena parte de las conversaciones hay señalamientos hacia el gobierno de Francisco Javier García Cabeza de Vaca como hacia Xicoténcatl González. Sin embargo, ante los resultados electorales, el Dr. Xico, el que se asume como experto bailarín, no tuvo empacho en afirmar: los resultados avalan nuestro gobierno.
EL VOTO BLANCO.
Una y otra vez se ha dicho: el abstencionismo es una forma de rechazar el statu quo, mostrar que están en desacuerdo con el gobierno. Creo que es una actitud equivocada. Por eso, cuando solo vota el 33% Xicoténcatl González, el alcalde capitalino, se atreve a decir: es un referendo, un apoyo a nuestra forma de gobernar. No votar es evidenciar, en este caso, una irresponsabilidad ciudadana y permitir que, los menos, tomen la decisión de la mayoría.
Una forma de mostrar el coraje ciudadano –no el sectario e intolerante de las redes sociales- es acudir a las urnas y votar: se puede hacer como en el libro Ensayo de la Lucidez, de Saramago, que el 83% de los votos fueron en blanco. Eso sí es, o seria, coraje ciudadano en contra del gobierno. De esa manera no pueden alegar que hubo abstencionismo, porque habría votos, pero no en favor de ninguno de los candidatos… precisamente porque no llenan las expectativas ciudadanas.
BALANCE ELECTORAL.
El balance electoral es contundente. El abstencionismo convirtió al panismo –ellos si salieron a votar-, es una aplanadora; borro del mapa al PRI y mostro, por otra parte, que MORENA en Tamaulipas no tiene cuerpo ni tiene corazón: sin dirigencias, sin líderes, sin estructura y organización, no fue capaz de refrendar el voto obtenido en la elección federal. Ya no hubo voto parejo. En Tamaulipas hay, como quien dice, PAN para buen rato.