Por Editorial La Region
En México, el futuro se disputa en frentes tan dispares como los pasillos escolares, las calles congestionadas, las salas judiciales y los hogares que dependen de las remesas. Y sin embargo, todos estos escenarios nos hablan del mismo problema: la incapacidad del Estado para ejercer políticas públicas consistentes, humanas y eficaces.
🍭 Comida chatarra: la educación traicionada
La cruzada por erradicar la comida chatarra de las escuelas públicas parecía una causa noble, pero los datos gritan fracaso. Tan solo en el Estado de México, los reportes de venta de productos ultraprocesados crecieron un escandaloso 3,423% desde la entrada en vigor de la estrategia “Vida Saludable”. No hablamos de cifras abstractas: hablamos de miles de niños que siguen expuestos a refrescos, frituras y dulces mientras el sistema educativo hace la vista gorda.
¿De qué sirve una política de salud si el 86% de las escuelas no tiene ni bebederos? ¿Cómo exigirle a una directora de kínder que impida la venta de papas si no tiene el apoyo mínimo del gobierno local o federal? Lo que está en juego no es solo la nutrición, es la credibilidad del Estado como garante del bienestar público.
⚖️ Elecciones judiciales: democracia o simulacro
En otro flanco, el país se prepara para elegir —por primera vez— a jueces y magistrados mediante voto popular. El debate es profundo: ¿democratizar la justicia o politizarla aún más? A estas alturas, cualquier mexicano sabe que cambiar las reglas sin cambiar el sistema es solo mover la corrupción de lugar.
El riesgo es alto: jueces electos no por mérito, sino por popularidad o lealtad partidista. Una democracia sana no se improvisa con encuestas ni slogans, se construye con instituciones fuertes, independientes y responsables. La pregunta no es si el pueblo debe participar, sino cómo garantizar que la justicia no se someta a los intereses del poder político.
💵 Remesas: el impuesto a la esperanza
Mientras tanto, la presidenta Claudia Sheinbaum ha tenido que salir al frente para rechazar, con razón, una idea absurda: gravar las remesas. En un país que recibe más de $60 mil millones de dólares anuales de sus migrantes —más que por el turismo o el petróleo—, hablar de ponerles impuestos es como clavarle una daga a quienes ya dieron todo por México… desde fuera.
Las remesas no son caridad, son un salvavidas. Son el acto más puro de amor familiar y responsabilidad social que este país ha conocido. Gravar ese dinero no solo sería injusto, sería inmoral. Por eso, cuando la presidenta advierte que habrá movilizaciones si alguien lo intenta, no solo defiende una política: defiende la dignidad de millones.
🚦 Tamaulipas: el volante sin conductor
Y en medio del caos nacional, los municipios de Tamaulipas —como El Mante— enfrentan otra urgencia silenciosa: la falta de agentes de tránsito suficientes para controlar el caos vial que cobra vidas todos los días. Con apenas ocho oficiales para más de 100 mil habitantes, el llamado del diputado Alberto Moctezuma no es exagerado: es una alarma.
Mientras se habla de grandes reformas nacionales, las muertes por accidentes siguen creciendo en nuestras calles, muchas veces por falta de prevención, vigilancia o algo tan básico como un semáforo funcionando. Que no nos distraiga el tamaño de los temas: a veces la gobernanza comienza por lo elemental.
¿Y el hilo conductor?
Desde las aulas hasta los tribunales, pasando por las calles y los bancos de remesas, la gran pregunta es si el Estado mexicano puede, de una vez por todas, dejar de improvisar y empezar a gobernar con visión de largo plazo. No se trata de prometer, sino de cumplir; no de controlar, sino de cuidar.
Porque ya no se trata de izquierda o derecha, sino de sentido común y responsabilidad. Y eso, lamentablemente, sigue siendo lo más escaso en la política nacional
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