Una lectura del 25N mexicano

Es una excusa técnica de las convocantes para no escudriñar las causas de una pronunciada tendencia a la baja de la participación en unas movilizaciones que por los menos durante los cinco años del actual gobierno tuvieron como sello distintivo la justificación “feminista” del llamado bloque de negro o “anarquista” que hizo de las marchas el espacio favorito para dañar monumentos –“al gobierno le interesa más las piedras que nuestras vidas”–, robar en tiendas de conveniencia, quemar librerías, agredir incluso con fuego a mujeres policías y tomar instalaciones públicas para quemar archivos y obras de arte.

Utopía

La manifestación capitalina y las realizadas en una docena de ciudades más por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (25N), muestran un agudo contraste entre la magnitud del problema sociocultural de la violencia de género y la capacidad de convocatoria cada vez más reducida de los colectivos (se autodenominan colectivas) para convertir la justa irritación de las féminas que no pocas veces raya en el hartazgo, en movimiento por las reivindicaciones que enarbolan los feminismos y que, al parecer, fueron incapaces de concertar más voluntades.

La razón que aducen las organizadoras para explicar por qué sólo 1 500 mujeres –cifras de las autoridades– acudieron a la marcha tiene que ver con el “El uso de las siluetas y la filmación de un documental por parte de tres madres de víctimas de feminicidio (y) generó que en esta ocasión algunos colectivos feministas no participaran en la movilización y criticaran la utilización de la figura ‘Antimonumenta’ de la denominada Glorieta de las Mujeres que Luchan”, de acuerdo con el reporte de los jornaleros Carolina Gómez y Jessica Xantomila.

Es una excusa técnica de las convocantes para no escudriñar las causas de una pronunciada tendencia a la baja de la participación en unas movilizaciones que por los menos durante los cinco años del actual gobierno tuvieron como sello distintivo la justificación “feminista” del llamado bloque de negro o “anarquista” que hizo de las marchas el espacio favorito para dañar monumentos –“al gobierno le interesa más las piedras que nuestras vidas”–, robar en tiendas de conveniencia, quemar librerías, agredir incluso con fuego a mujeres policías y tomar instalaciones públicas para quemar archivos y obras de arte.

En varios momentos Utopía advirtió sobre los riesgos y daños que podía recibir el movimiento de los feminismos –en plural porque hasta los panistas presumen simpatía de ocasión–, al no deslindarse con oportunidad de los actos vandálicos de la “ira feminista”, como la tituló el Proceso de los Scherer Ibarra.  Incluso la teórica del feminismo mexicano, Marcela Lagarde, justificó abiertamente el vandalismo de “mis muchachas”, desde el Instituto Nacional Electoral del presunto pillo de Lorenzo Córdova.

Y justo ahora  que no hubo presencia de grupos violentos, que no ocurrieron destrozos de mobiliario urbano, ni vandalismo en comercios ni intentos de derribar las vallas que protegen Palacio Nacional, las convocadas feministas y madres de desaparecidas se ausentaron, le hicieron el vacío a la pertinente movilización que enarboló: “Poder Judicial, vergüenza nacional” y “Las madres luchando al país están cambiando”.

La más grave expresión de la violencia contra las mujeres en México y en el orbe es el feminicidio, que cobra la vida de 3 000 mexicanas que en promedio son asesinadas anualmente, lo que arroja 8.21 al día. Pero la cifra puede incrementarse a 10 (Xóchitl Gálvez), 12 (Sara Lovera) y más para María Elena Morera, amiga de Genaro García Luna, el súper policía preso en Estados Unidos por proteger narcotraficantes.

Si la multiplicidad de colectivos feministas –hacen bien en no ostentarse como organizaciones tal y como acostumbran muchas ONG que en verdad son organismos, pues son pequeños y con frecuencia familiares–, no se ponen de acuerdo en cuantificar la pérdida de la irrepetible vida de las mujeres por el simple hecho de serlo, da idea de la gran tarea de análisis y consenso que tienen por delante, mucho más allá de las simpatías y antipatías políticas o ideológicas.

Acus e de recibo

Invitación: “Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Marcha. 29 de noviembre. 16 horas. Del Ángel de la Independencia al Zócalo”… De la doctora Elba Pérez Villalba “San Petersburgo (Leningrado) sufrió el asedio de los alemanes y finlandeses nazis desde el 8 de septiembre de 1941. El cerco concluyó el 27 de enero de 1944. Dicho bloqueo duró 872 días. Fue un acto genocida, como el que hoy sufre Gaza a manos de los seudo-nazis israelíes. Abajo (se omite la imagen), al final el escudo de la URSS, estampado en una camiseta de talla chica que compré en San Petersburgo; era la única. La frase en el escudo: ¡Proletarios de todos los países, uníos! está escrita en las diferentes lenguas de las exrepúblicas que conformaron la Unión Soviética; entre 1936-1946 incluía el finés. De un lado dicha frase está en turkomano, tayiko, letón, lituano, georgiano, uzbeko, ucraniano; del otro lado, en estonio, armenio, kirguís, moldavo, azerí, kasajo, bielorruso; y en el centro en ruso”… El ambientalista Miguel Valencia Mulkay afirma que “La irrupción del movimiento ecologista en la escena política francesa en 1977 ha producido un efecto de moda que ha ocultado su pensamiento profundo, para dejar entrever únicamente sus planteamientos superficiales”. Para mayor información: https://dialogosenpluralidad.com/el-movimiento-ecologista-a-fondo-en-la-defensa-de-la-naturaleza-y-el-medio-ambiente/11/13/2023

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